Florencia Werchowsky presenta “El telo de papá”, un libro que muestra el mundo de los adultos, desde los ojos de una niña cuyo padre era el dueño de un hotel alojamiento en la localidad de Allen.
Por Lorena Vincenty
Neuquén > Ser la hija del dueño del telo del pueblo debe ser, si no extraño, por lo menos diferente. Florencia Werchowsky pasó la infancia entre las camas de doce habitaciones en penumbras, con olor a desinfectante; y en los últimos años se dedicó a volcar en un libro su historia. Escrito a lo largo de un año y medio, en esa especie de trashumancia entre México –país en el que vive actualmente– y Argentina, la autora, como dice en la contratapa Pablo Schanton, abordó esta novela desde esa “niña que se hace la dormida para oír cómo suena el mundo desafinado de los adultos”.
Desde el aeropuerto, a dos horas de tomar el avión que la llevaría a México, la escritora, nativa de Allen, contó detalles sobre el libro que presentará el 15 de abril “en un telo muy elegante de Núñez”.
“En primer lugar es bueno aclarar que ‘El telo de papá’, es una novela, una ficción. Si bien el contexto es real: mi papá es efectivamente el dueño del telo, y yo efectivamente me crié ahí, el resto de las historias que satelitan esa realidad son absolutamente inventadas. Yo vengo a ser apenas como un accidente dentro de la novela. La historia va más allá de mí y me parece que la verdad, el protagonista es él. En todo caso sería su falsa biografía”, relató Florencia.
En “El telo de papá” Florencia toma los escenarios, los olores y los climas de esa infancia pero inventa las historias. Entonces es bueno adverir que la gente de Allen puede dormir en paz: “¡De eso se trata, si no iba a tener un problemón!”, replicó Florencia.
Fue por ese motivo, tal vez, que la autora decidió que no apareciera el nombre del lugar: “Hablo desde el pueblo, pero deliberadamente no lo menciono porque, justamente, quería evitar suspicacias. Si bien no pretendía mantenerlo en secreto ni mucho menos. Me pregunto: ¿Cuántos hoteles Cu-cú, habrá en el país?, seguramente pocos, o ninguno, preferí no mencionarlo. Aunque se sepa”.
“Salió naturalmente”
Después de muchos años trabajando en el periodismo, Florencia se animó a saltar el muro de lo real para meterse en la ficción. Al buscar una historia descubrió que no había mejor ficción que su realidad.
“Yo siempre conté las historias del telo. El solo hecho de decir que mi papá tenía un telo, me posicionaba en un lugar de visibilidad respecto de mis amigos, mis compañeros del colegio, o donde estuviere. Esta no era la primera vez que me sentaba a pensar en eso, o me ocupaba de narrarlo. Fue en un momento, en el que tuve una mini crisis vocacional (desde hace unos años trabaja en publicidad) que me di cuenta de que tenía ganas de hacer un proyecto más grande y dedicarme a la ficción. Así, la idea de hablar de esto salió naturalmente, porque era algo que yo ya venía haciendo. De forma oral pero lo venía haciendo”.
Desde varios frentes
Florencia siempre se acercó a diferentes expresiones del arte o la creación. Se formó como bailarina clásica en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, hasta que “a los diecisiete años, se hartó y colgó las puntas”. A los veintiún años entró a trabajar en el diario Clarín, paseó por varias redacciones: escribió en el suplemento “Sí!”, en Espectáculos, en la revista Viva, en el suplemento de economía iEco y fue editora en Clarin.com. También colaboró con “Rolling Stone”, dirigió la revista D Mode, fue columnista en el programa “La Bestia Pop” en FM Metro, conducido por Gonzalo Bonadeo, y editora en la revista TXT, dirigida por Adolfo Castelo. Como ella afirma: “Soy ex periodista, trabajé mucho tiempo en distintas redacciones. Mi formación, sin lugar a dudas, es periodística. Pero en un momento, en el 2008 empecé a trabajar como creativa publicitaria, y vengo haciendo eso desde entonces, ahora más intercalado con la literatura, pero es lo que me da de comer todavía”.
¿El primer libro de ficción? “El primer libro de todo, de ficción y no ficción”, dice. Y reconoce que fue un gran desafío llevarlo a cabo. Su habitual escritura dentro del trabajo como creativa publicitaria le había “oxidado la narración de tanto PowerPoints” y debía hacer entrar en calor al teclado: “El proceso de escritura fue arduo. Es un trabajo muy solitario, y uno tiene ahí que enfrentarse a sus miedos y reconocer sus virtudes y debilidades. Es bastante parecido a ir al psicólogo, me da esa sensación. Si bien yo no hice terapia, fue lo más catártico que me pasó. Es enfrentarse a lo que uno es, es capaz de dar y ponerlo, en mi caso, en un documento de Word”, explicó.
Contextos
El peronismo y la dictadura militar tienen una presencia lateral pero importante en la historia. Una realidad que, aunque estuvo ficcionanda, aparece como cierta: “La historia, como todas, ocurre en un tiempo y en un espacio. No se pueden independizar los hechos de ese contexto. El negocio que nos daba de comer sufría los vaivenes que sufría la política y la economía del país. Mi papá estuvo siempre muy involucrado en la política, entonces eso nos afectaba directamente, y lo que retrato en la novela es desde una óptica absolutamente doméstica: tiene que ver con cómo las distintas décadas nos fueron afectando para bien o para mal”, dijo Florencia.
Otra mirada asoma entre las páginas, y es la de las infidelidades, la prostitución y la mugre debajo de la alfombra de la sociedad: “Todos los elementos de las conductas privadas que todavía son difíciles de digerir para la sociedad justifican la existencia del telo. Entonces, no puede no haber una historia de un telo, casos de infidelidad, un retrato de la prostitución. Pero un retrato somero, porque no es un libro periodístico, el foco es otro. No hubiese estado bueno si yo me ponía muy densa con esas cosas tan serias. Pero esas cosas serias existen y uno no las puede soslayar a favor de una ficción”.
“Anti-chusmas”
Hay un tiempo, un espacio, y no es menos importante el lugar: un pueblo. Una de esas localidades que se hacen carne en esta región de la Patagonia, en las que las lenguas de las viejas chusmas son más largas que las calles.
Florencia confiesa que aunque eran los dueños de información, no lo comentaban: “El chusmerío no se respiraba tanto en casa. En casa, mis papás, eran muy respetuosos. Si bien no éramos solemnes con el tema del telo, no se hablaba de lo que pasaba ahí adentro. Estábamos todos muy consientes y teníamos muy claro, ellos por adultos, yo por niña perceptiva, que esas cosas le correspondían a otra gente. Hablar de lo que ahí sucedía, o comentar las infidelidades, nunca se hizo, pero ni siquiera con algo que no tuviera que ver con cosas del negocio. Mis papás son “anti-chusmas” y siempre me enseñaron que eso era algo que no había que hacerse. Tener la información te hace tener poder, y en nuestro caso, eso fue muy respetado. Pero seguro que en el pueblo ardía”.
Y para los que se preguntan si existirá todavía el motel Cu-cú, contó: “Existe todavía, está en el lugar de siempre y sigue siendo el negocio familiar”.
Destino de sureños
El neuquino Jorge Alderete es el diseñador de la tapa. Él también nació en la región, y es un ilustrador reconocido en toda América hispana. Desde su actual residencia en México Jorge le puso estilo a distintos proyectos a lo largo y ancho del mundo. Florencia contó cómo los dos se unieron en este libro: “Él hizo la escuela secundaria con mi hermano y vive en México desde hace unos años. Allá es un ilustrador muy famoso, muy célebre y respetado. Yo fui muy cholulamente a presentarme en una muestra y le dije que era la hermana de Christian y se entusiasmó. Al minuto cinco le estaba contando que estaba escribiendo la novela sobre el telo y al minuto ocho me ofreció hacerme la tapa. Yo no lo podía creer, me acababa de conocer…
Por su parte Jorge en su página web agrega: “Varios meses atrás conozco a Florencia Werchowsky en la inauguración de una expo. Conversando con ella me cuenta que, recién llegada a México, está terminando de escribir su primera novela, una novela que cuenta la historia del motel Cu-Cu, el telo de su papá del que ahora es heredera. ”El motel Cu-Cu?” pregunto, “conozco un motel con ese nombre… muy lejos de acá, casi en otro planeta” por supuesto, resultó ser el mismo y caemos en la cuenta que tenemos un pasado en común. Fui muy amigo de su hermano mayor Christian, por eso conocía el motel donde Christián solía trabajar, en Allen, muy cerca de Neuquén donde todos vivíamos en aquella época. Así que fue inevitable no hacer esta portada, estaba en el destino”.
¡Ay, qué sorpresa!
Días después de la charla que originó esta nota, Florencia ya está en México, y desde allí escribió un mail para contar, con asombro, algo que le sucedió: “Aprovecho para contarte algo muy lindo que está pasando: una amiga, que vive en Nueva York, se hizo mandar un libro y le sacó una foto en la puerta de la casa de Paul Auster. Después, otro amigo me mandó una foto de él con el libro y a las pocas horas otros amigos se sumaron. Fuimos publicando en el fan page de Facebook esas imágenes y, de pronto (¿La magia de la web?) empezaron a llover fotos de lectores de todos lados que mandaban su ejemplar en algún lugar: en el centro de la ciudad de Salta, sobre un cactus en Humahuaca, en plazas y librerías de diferentes barrios de Buenos Aires, en Allen, San Martín de los Andes, en Colombia…”.
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